09 julio 2025

Una reflexión sobre la condición humana: complejidad, arrogancia y colapso

 En el gran teatro de la historia evolutiva de la Tierra, una especie, los seres humanos, emergieron con un don singular: la capacidad de moldear el mundo a través del pensamiento, el lenguaje y la invención. El cerebro humano, tan único en su complejidad como el universo mismo, descubrió formas de manipular el medio ambiente, no solo para sobrevivir sino también para prosperar. Dio origen a la tecnología, la cultura y la palabra escrita, que en conjunto forjaron una vertiginosa complejidad de sistemas que abarcaron continentes y océanos, sociedades y economías.

A través de esta complejidad, los humanos fueron capaces de aprovechar los recursos del planeta con una intensidad incomparable con cualquier otra criatura. La energía, los materiales y la mano de obra se extraían y consumían a un ritmo cada vez más acelerado. Parecía como si no hubiera límites para el crecimiento, ni límites para lo que se podía lograr, ni fin para la promesa de progreso. La capacidad humana para innovar parecía ilimitada, y en esa inmensidad, el futuro parecía infinitamente abierto.

Pero la complejidad, como todas las cosas, tiene su costo. Los mismos sistemas que permitieron el crecimiento se convirtieron en fuerzas que se perpetuaban a sí mismas y que exigían más recursos, más energía, más mano de obra, hasta que, inevitablemente, los límites naturales de la Tierra ya no podían soportar el peso de todo ello. Los bucles de retroalimentación que una vez impulsaron el progreso —nuevas tecnologías, nuevas economías, nuevas fronteras— se volvieron contra las especies que los crearon. Lo que una vez fue un círculo virtuoso de avance se convirtió en un círculo vicioso de agotamiento. A medida que los recursos se agotaban, las intrincadas estructuras de la civilización comenzaron a ceder, sus frágiles cimientos se agrietaron bajo la presión de demandas insostenibles.

Este colapso no es solo una consecuencia de una escasez de materiales; es un colapso del pensamiento, de la visión, de la imaginación. La misma complejidad que hizo notables a las sociedades humanas se convirtió en una prisión de su propia creación, enredándolas en una red de dependencias que ya no les servían. El "mono de fuego superinteligente y de habla religiosa", tan orgulloso de su destreza cognitiva y sus percepciones espirituales, se vio deshecho por su propia arrogancia. El sueño de un crecimiento sin fin fue destrozado por la realidad de los límites finitos.

Pero quizás lo más trágico es que este colapso no terminó solo con la humanidad. A su paso, ecosistemas enteros, delicadas redes de vida que habían evolucionado durante milenios, fueron devastados. Las especies desaparecieron, los ecosistemas se desestabilizaron y el planeta, que alguna vez rebosó de vida en toda su diversidad, comenzó a parecerse a un cementerio de civilizaciones pasadas. El costo de la inteligencia, la creatividad y la ambición humanas no se medía solo en la caída de una sola especie, sino en el daño irreversible causado en los cimientos mismos de la vida.

En esta reflexión, nos queda reflexionar sobre una pregunta central: ¿es la inteligencia de la humanidad realmente un triunfo o un trágico defecto? ¿Somos el pináculo de la evolución o los autores de nuestra propia perdición? El fuego que encendimos, las herramientas que creamos y los idiomas que hablamos nacieron de nuestra brillantez, pero al final pueden consumirnos. Nuestra capacidad de complejidad, tan a menudo celebrada, puede ser lo que nos lleve a nuestra destrucción.

Si hay una lección que aprender de esta historia, es quizás esta: que la verdadera sabiduría no reside en el poder de crear complejidad, sino en la humildad para reconocer sus límites. Ese progreso no debe medirse por lo que tomamos del mundo, sino por lo que devolvemos. Y esa verdadera inteligencia, tal vez, no está en moldear el mundo a nuestra voluntad, sino en aprender a vivir dentro de sus limitaciones.

Porque al final, la Tierra permanecerá, pero el mono de fuego, no importa cuán brillante, no importa cuán poderoso sea, puede que un día no sea más que un recuerdo, una nota a pie de página en la historia de un planeta que una vez rebosó de vida.

31 mayo 2025

Las falacias del antropomorfismo

Las personas preocupadas por la pérdida de biodiversidad no necesitan estar excesivamente ansiosas, ya que es muy probable que la biodiversidad, en algún momento futuro, experimente un resurgimiento. Esto depende de la supervivencia de ciertas formas de vida a través del actual cuello de botella que estamos imponiendo. Además, si ninguna vida perdura, queda una ligera posibilidad de que la vida pueda surgir de nuevo antes de que la Tierra se vuelva inhabitable para la vida tal como la entendemos.


Esta preocupación por otras especies es encomiable, pero parece claramente vinculada a preferencias individuales y colectivas. Tom Murphy intenta ver nuestro estilo de vida desde la perspectiva de un tritón y de otras especies. Este punto de vista inevitablemente lleva a proyectar nuestros sentimientos en otras especies.


El viaje de entender el impacto del consumo insostenible en nosotros mismos y en otras especies revela una realidad preocupante. Destaca que los humanos actúan de las mismas maneras básicas que otras especies, y parece que nada puede alterar esta trayectoria. Mientras algunos pueden argumentar a favor del libre albedrío, los eventos actuales parecen completamente esperados en términos generales. Los problemas que enfrentamos no ofrecen soluciones deseables.


Murphy antropomorfiza al imaginar cómo se sentiría el tritón en varios contextos modernos. Sin embargo, este antropomorfismo puede superponerse con el antropocentrismo, ya que proyectar sentimientos humanos implica que solo las emociones humanas merecen discusión. Como se mencionó en respuesta a un comentario, no es irrazonable considerar que otras especies podrían tener sentimientos que nos resulten familiares, particularmente los mamíferos, dado sus lazos evolutivos con los humanos.


Al antropomorfizar, surgen suposiciones sobre lo que es "bueno" o "malo" para otra especie basadas en sentimientos humanos. Aunque parece razonable suponer que otras criaturas tienen definiciones similares de "bueno" y "malo", estos términos carecen de clasificaciones objetivas. Por ejemplo, no ser comido por un depredador es bueno; sin embargo, la falta de depredación llevaría a una falta de vida o biodiversidad, lo cual sería perjudicial. Así, estos resultados son subjetivos, y mientras los humanos perciben ciertas cosas como malas, otras especies pueden no compartir esa perspectiva.


Murphy también discute el animismo, sugiriendo que otras criaturas entienden cómo vivir en este planeta, en contraste con los humanos modernos. Él cree que los humanos alguna vez vivieron en armonía dentro de sus ecosistemas, similar a pequeñas tribus. Sin embargo, los humanos cazadores-recolectores contribuyeron a numerosas extinciones, lo que indica que nunca ha habido una era de esplendor de la humanidad. Las especies no saben cómo vivir en el planeta; simplemente existen en él. Con el tiempo, los ecosistemas alcanzan un estado estable a través de las interacciones entre especies.


El estado actual del mundo surgió a través de interacciones atómicas determinadas. Incluso con la posible aleatoriedad cuántica, la trayectoria no puede ser controlada por ninguna especie. Los ambientalistas buscan proteger la naturaleza del impacto humano, pero a menudo desean que la modernidad persista, lo cual es un factor importante en la destrucción ambiental. Hay una preferencia general por la comodidad y la mejora material de las vidas humanas, mientras que las consideraciones por el bienestar de la Tierra son menos priorizadas. En última instancia, la Tierra no se preocupa por su composición molecular; permanecerá sin cambios, independientemente de la presencia de vida.


Ver el mundo objetivamente presenta desafíos. Aunque el ensayo de Murphy resuena con una visión de reverencia por todas las criaturas y un reconocimiento de las limitaciones humanas, las realidades prácticas requieren un equilibrio con la modernidad. Muchos luchan con las consecuencias destructivas de las actividades humanas sobre la naturaleza y se preguntan qué cambios podrían ocurrir si hubiera una mayor conciencia sobre la naturaleza insostenible de la existencia moderna.

Adaptación y traducción del ensayo Anthropomorphism, etc. de Mike Roberts.

30 marzo 2025

Lo que está por venir

Recientemente, se advirtió sobre el creciente peligro de la violencia política en el Reino Unido. En este contexto, algunos consideraron la posibilidad de que el apagón ocurrido en el aeropuerto de Heathrow la semana pasada estuviera relacionado con un ataque terrorista. Pocas horas después de que el incendio fuera controlado, la unidad antiterrorista asumió la investigación, la cual normalmente habría sido responsabilidad de la autoridad de bomberos. Sin embargo, la experiencia indica que, en caso de un atentado, los grupos terroristas suelen atribuirse la autoría rápidamente y emitir amenazas de nuevos ataques si sus demandas no son atendidas. En este caso, no surgió ninguna organización que reclamara responsabilidad. A pesar de ello, algunos medios especularon sobre la posible intervención de actores extranjeros en el incidente.

Buena parte de las conjeturas sobre un posible atentado pueden haberse originado en el desconocimiento sobre los riesgos de incendio en subestaciones eléctricas. A simple vista, puede parecer que no hay suficiente combustible para mantener un incendio de gran magnitud y duración, lo que llevó a algunos a suponer que se había empleado un combustible externo. No obstante, en los días posteriores al incendio, se aclaró que las subestaciones eléctricas contienen grandes volúmenes de aceite refrigerante que pueden alimentar incendios prolongados. En este caso, se informó que la subestación albergaba aproximadamente 83.000 litros de este material.

La confirmación oficial de que no hubo elementos sospechosos en el incendio alivió la preocupación sobre posibles ataques a la infraestructura crítica. Sin embargo, esto llevó a una conclusión igualmente inquietante. La subestación North Hyde, donde ocurrió el incendio, cumple la función de reducir el voltaje de la red de transmisión principal de 400 kilovoltios (kV) a menos de 132 kV, antes de que otras subestaciones locales lo disminuyan hasta los 240 voltios (V) utilizados en hogares y empresas del Reino Unido. Este proceso genera una gran cantidad de calor residual, lo que explica la necesidad de grandes volúmenes de refrigerante. Al descartarse factores externos, la causa más probable del incendio fue una "falla de contención", es decir, una avería en el transformador que incendió el refrigerante y provocó un incendio descontrolado que tardó varias horas en ser extinguido.

Las fallas en transformadores son eventos relativamente frecuentes y sus causas están bien documentadas. Los picos de tensión, como los causados por rayos, son una de las principales razones de estos incidentes. Sin embargo, en este caso no se registró ninguna sobrecarga antes del incendio en North Hyde, lo que sugiere que la causa más probable fue una falla mecánica. Kathryn Porter, de Watt-Logic, señaló que la infraestructura eléctrica en el Reino Unido, al igual que en muchas otras naciones desarrolladas, es antigua y necesita modernización. Además, el crecimiento de la infraestructura para energía renovable está ocurriendo en áreas sin redes eléctricas preexistentes, lo que agrava la situación.

Según la Comisión Nacional de Infraestructura, la inversión en redes eléctricas no ha seguido el ritmo de la demanda. Se estima que más del 20% de la infraestructura crítica del Reino Unido opera más allá de su vida útil prevista. La Red Nacional de Electricidad informó en su Plan de Negocios RIIO-ET2 que logró extender la vida útil de los transformadores de transmisión de 60 a 65 años, mientras que los transformadores de distribución en el Reino Unido superan los 60 años de antigüedad, excediendo su período de diseño original.

En términos generales, la tendencia en la infraestructura británica durante las últimas décadas ha sido priorizar la rentabilidad sobre la resiliencia. Esto ha llevado a que las empresas operadoras de la red eléctrica den prioridad a la distribución de dividendos en lugar de realizar actualizaciones oportunas de los componentes esenciales del sistema. Algo similar parece haber sucedido en el aeropuerto de Heathrow. El proveedor de electricidad de la zona, Scottish and Southern Electricity, rechazó la afirmación del operador del aeropuerto de que la interrupción en North Hyde dejó sin suministro a Heathrow. En su lugar, aseguró que la energía fue redirigida casi de inmediato a través de dos subestaciones cercanas en East Bedfont y Longford.

Este hecho generó dudas sobre la inversión del aeropuerto en generación de respaldo, que habría proporcionado un margen de seguridad en los segundos en que se produjo la interrupción del suministro principal. Algunas especulaciones en línea sugieren que la capacidad de generación con diésel y gas en el aeropuerto se redujo por debajo del mínimo necesario para evitar el tipo de apagón que ocurrió. Además, el generador de biomasa de 10 megavatios (MW), irónicamente, no resultó útil, ya que depende de una fuente externa de electricidad para operar. Mientras tanto, las aerolíneas afectadas por cancelaciones y retrasos ya han contratado equipos legales para analizar posibles fallos en el mantenimiento o recortes en la inversión que pudieron haber dejado al aeropuerto vulnerable.

El problema de fondo es que esta situación no es un caso aislado, sino parte de una tendencia más amplia. La lógica económica dominante ha llevado a que muchas organizaciones prioricen los dividendos y los salarios directivos sobre el mantenimiento de la infraestructura. Este proceso afecta especialmente a componentes robustos del sistema, como los transformadores eléctricos, cuya vida útil se extiende por varias décadas. En contraste con componentes frágiles que deben reemplazarse con frecuencia, los elementos más duraderos pueden ser descuidados hasta que fallan.

Un ejemplo de esta problemática es la red de reactores nucleares del Reino Unido, la mayoría de los cuales alcanzará su límite seguro de operación (60 años) en los próximos tres años. Dado que la red eléctrica británica enfrenta dificultades para equilibrar la oferta y la demanda, es probable que se sigan estrategias similares a las de Bélgica y Francia, prolongando la vida útil de los reactores con la esperanza de evitar incidentes hasta que la nueva planta de Hinkley Point C entre en funcionamiento.

Las fallas en infraestructura pueden no ser tan dramáticas como un incendio en un aeropuerto, pero siguen acumulándose. La reciente crisis del concreto RAAC, que ha obligado al cierre de escuelas, hospitales y otros edificios públicos, es un reflejo del mismo problema. El concreto RAAC utilizado en las décadas de 1980 y 1990 tenía una vida útil corta, pero en muchos casos se dejó sin reemplazo hasta que comenzaron a aparecer fallas. Un fenómeno similar ocurre en la red vial británica, donde la falta de mantenimiento ha generado baches peligrosos que empeoran con reparaciones superficiales en lugar de la repavimentación necesaria.

El sistema de agua y alcantarillado también enfrenta serios problemas. Las empresas privatizadas han sido criticadas por utilizar préstamos para pagar salarios y dividendos en lugar de mejorar la infraestructura. Como resultado, la calidad del agua en ríos y playas, que era de las mejores del mundo en los años 90, se ha deteriorado significativamente debido a vertidos de aguas residuales. En algunos casos, incluso el suministro de agua potable se ha visto afectado.

A largo plazo, uno de los desafíos más grandes y menos discutidos es la vida útil de 50 años de las estructuras de concreto. Muchas construcciones realizadas en el Reino Unido en las décadas de 1960 y 1970 fueron de bajo costo y ahora enfrentan problemas de deterioro estructural debido a la corrosión del acero de refuerzo. En algunos casos, este daño es visible y puede corregirse, aunque a menudo las restricciones presupuestarias lo impiden. Sin embargo, en la mayoría de los casos, el deterioro es interno y solo se detecta cuando la estructura colapsa. Actualmente, no hay recursos suficientes para reemplazar los puentes, carreteras y edificios construidos en esa época que están en riesgo de colapso.

Si esta tendencia continúa, los ataques terroristas contra la infraestructura serán la menor preocupación. La facilidad con la que un incendio en un transformador paralizó el principal aeropuerto de las Islas Británicas es solo un presagio de lo que está por venir. Aunque la mayoría de los fallos serán pequeños y locales, con el tiempo sus costos aumentarán y afectarán aún más a la economía, haciendo que la restauración de la infraestructura sea cada vez más difícil.

Traducción del ensayo Expect More of This por Tim Watkins.

29 marzo 2025

La rama inevitablemente se romperá

Cuando Elon Musk tuiteó que una guerra civil en el Reino Unido era inevitable, fue ampliamente ridiculizado. La clase política aseguró que eso simplemente no podía ocurrir allí… El primer ministro Starmer, según informes, declaró que "no había justificación" para los comentarios de Musk y que su único enfoque era garantizar la seguridad de las comunidades. El problema, por supuesto, radica en la aparente incapacidad de la clase política para proteger a las comunidades mayoritariamente blancas – como lo evidencian los apuñalamientos en Southport, los atentados previos en el Manchester Arena y el continuo fracaso en abordar las bandas de abuso infantil –, lo que está generando la clase de división que ha resultado en guerras civiles en otras partes del mundo.

La dificultad de plantear la posibilidad de un conflicto civil en el Reino Unido radica en la interpretación del término "guerra civil". Así como la referencia inmediata al extremismo político suele ser el pintor austríaco fracasado, la referencia común para una guerra civil es el conflicto estadounidense de 1861-65 (que, además, fue posiblemente la primera guerra industrializada). Algunos en el Reino Unido – aquellos con conocimientos históricos más allá de la Segunda Guerra Mundial y los Tudor – podrían pensar en la Guerra Civil Inglesa de 1641-51 o, menos probablemente, en las prolongadas Guerras de las Rosas de 1455-87. Los entusiastas de la historia también podrían mencionar el conflicto entre los ejércitos de Esteban de Blois y Matilde de Boulogne entre 1135-54 (en una época en la que los británicos eran oprimidos por los franceses – un caso en el que, seguramente, podrían reclamarse reparaciones). En resumen, no solo podría ocurrir una guerra civil en Gran Bretaña, sino que ya ha ocurrido varias veces a lo largo de su sangriento pasado. No obstante, la imagen de una guerra civil como ejércitos rivales combatiendo en un conflicto convencional dentro de un mismo territorio parece altamente improbable en una economía desarrollada como la británica.

Sin embargo, existió un conflicto civil más reciente en el Reino Unido cuya repetición es más fácil de imaginar. Se trata de los llamados "disturbios" entre grupos paramilitares protestantes-lealistas y católicos-republicanos, que comenzaron en Irlanda del Norte y se extendieron por el Reino Unido… particularmente tras la masacre del "Domingo Sangriento", cuando fuerzas británicas de "mantenimiento de la paz" mataron a civiles el 30 de enero de 1972. En ningún momento de este conflicto – que dejó unas 3,600 víctimas, casi derrocó al gobierno de Thatcher y destrozó las ventanas de Downing Street – los ejércitos rivales se enfrentaron en un campo de batalla. En su lugar, la violencia consistió en una combinación de asesinatos selectivos, escaramuzas con el ejército y la policía británica, y, sobre todo, atentados indiscriminados contra civiles.

Bill Kissane, de la London School of Economics, señala:

Al afirmar que ‘una guerra civil es inevitable’ en Gran Bretaña, Elon Musk está agitando el avispero. Sin embargo, este magnate de las redes sociales no es el único que ha advertido sobre una guerra civil en las democracias occidentales. Periodistas, soldados y politólogos han hecho lo mismo. Sus intenciones son legítimas: no se les puede acusar de difundir desinformación para avivar las llamas de la violencia racial. Sus advertencias plantean interrogantes sobre la supuesta inmunidad de las democracias occidentales a las guerras civiles, un tipo de conflicto que ha ocurrido a lo largo de la historia humana...

Dado que una guerra civil sugiere un conflicto total, es difícil imaginar que la violencia callejera y la intimidación racial en Gran Bretaña escalen hasta convertirse en algo así. La violencia y la polarización no son condiciones suficientes para una guerra civil. También influyen variables como la fortaleza del Estado, la legitimidad política y la territorialidad.

Estos temas fueron abordados por David Betz, profesor de Guerra en el Mundo Moderno en el King's College de Londres, en un reciente pódcast y en un artículo para Military Strategy Magazine. Betz argumenta que en el Reino Unido de 2025 ya se cumplen la mayoría de los factores que preceden a una guerra civil. Entre ellos, destaca la disminución de la prosperidad y la pérdida de legitimidad del Estado, junto con un tipo de faccionalismo en el que una mayoría histórica se percibe como objeto de una discriminación deliberada:

En mi opinión, no hay razón para cuestionar la teoría predominante sobre las causas de las guerras civiles. La verdadera pregunta es si las condiciones que tradicionalmente han excluido a las naciones occidentales del análisis de los conflictos violentos a gran escala siguen siendo válidas.

La evidencia sugiere con contundencia que no lo son. De hecho, ya al final de la Guerra Fría, algunos percibían que la cultura que ‘ganó’ aquel conflicto comenzaba a fragmentarse y degenerar...

Según Betz, los disturbios tras la mala gestión del gobierno de Starmer en los apuñalamientos de Southport no es probable que escalen hacia una violencia urbana abierta, pero sí darán lugar a más ataques contra infraestructuras. Cita como un primer ejemplo la destrucción de cámaras ULEZ (ampliamente respaldada por la clase trabajadora blanca desplazada de Londres). También menciona la posibilidad de un nuevo bloqueo de camioneros y agricultores similar al de septiembre de 2000, que en 2025 podría ser aún más perjudicial debido al cierre de refinerías y puertos. Más alarmante es su advertencia de que la ubicación de la mayoría de las infraestructuras críticas del Reino Unido es de dominio público y que el Estado carece de recursos para protegerlas.

Para Betz, el problema político en el Reino Unido radica en su situación intermedia:

Los estudios sobre guerras civiles coinciden en dos puntos. Primero, no suelen ser un problema en Estados con ingresos per cápita altos. Segundo, los países con estabilidad gubernamental están en gran medida exentos de este fenómeno. Existen matices sobre la relevancia del tipo de régimen, aunque la mayoría concuerda en que tanto las democracias legítimas como las autocracias fuertes son estables. En las primeras, la gente no se rebela porque confía en el sistema político; en las segundas, no lo hace porque las autoridades identifican y reprimen a los disidentes antes de que puedan actuar.

En este contexto, el Reino Unido se encuentra en un terreno peligroso. Mientras que los boomers aún recuerdan la sociedad de alta confianza que emergió tras la Segunda Guerra Mundial, la Generación Z debe lidiar con una sociedad de baja confianza, donde pocos conocen a sus vecinos, el narcisismo domina la vida cotidiana y casi todo es aceptable en nombre del individualismo. El Estado, antes sostenido por una sociedad que se autorregulaba, ahora depende de una vigilancia y coerción estatal cada vez mayores, con un costo creciente en impuestos y servicios deteriorados.

Aún hay tiempo para que las élites cambien de rumbo... pero no tanto como podría pensarse.

Traducción del ensayo The Branch May Break de Tim Watkins.

03 marzo 2017

Al diablo con el Óscar

El domingo 26 de febrero, luego de darme un paseo con mi papá, estuve listo para ver la ceremonia de premiación del Óscar por televisión. En eso, la imagen del televisor de mi familia se congeló por una deficiencia técnica. Mientras que cuando éramos abonados al servicio de televisión por cable de Movistar, no nos perdíamos ni un momento de los Óscar, la mayor premiación de la industria cinematográfica. Mi primer contacto con los premios Óscar fue a los cinco años, cuando fue transmitido en un videotape por el canal 5 y que fue presentado por Pepe Ludmir. Desde 1996, el canal 2 lo transmite en directo y vía satélite, a diferencia de lo que hacía el canal 5. Recuerdo el momento en que Sophia Loren gritó el nombre Roberto Benigni al anunciar el Óscar a la mejor película de lengua no inglesa allá por 1999. O recuerdo que en 2013, cuando Jennifer Lawrence se tropezó al subir al escenario antes de recibir su premio. Pero, al perderme la transmisión del Óscar este año, me perdí el momento más embarazoso de la ceremonia, cuando Warren Beatty anunció erróneamente que La La Land había sido la vencedora de la categoría de mejor largometraje. Al final, el productor Jordan Horowitz anunció que Luz de luna y no La La Land había ganado el Óscar. Pero, así son las cosas, amigos.

11 enero 2017

Muy pronto, el mundial tendrá 48 participantes. ¿Clasificará Perú?

Con el recuerdo aún fresco del mundial de fútbol celebrado hace casi tres años en Brasil, ayer, el Presidente de la FIFA, Gianni Infantino, anunció la expansión del campeonato mundial de fútbol de 32 a 48 participantes, para facilitar la entrada de más selecciones asiáticas y africanas. Sin embargo, Europa, la CONCACAF y la CONMEBOL tampoco se quedaron con las manos vacías, porque la expansión les daría más cupos para la fase final, lo que facilitaría la competencia. Sin embargo, ¿sirve en realidad para que Perú vuelva a clasificarse al mundial? En realidad, para que la selección peruana vuelva a clasificarse a un mundial de fútbol, se debería poner énfasis en los jóvenes talentos. La última vez que Perú clasificó a un mundial de fútbol fue para el mundial de 1982 realizado en España y yo nací en diciembre de 1985, por lo tanto, yo nunca vi a la selección peruana en la fase final de un campeonato mundial de fútbol.

En el primer campeonato mundial de fútbol, celebrado en Uruguay allá por 1930, solamente participaron 13 selecciones nacionales. Los campeones de cada grupo avanzaban a las semifinales. En 1934, el formato de liga es reemplazado por un formato de eliminación directa. Por primera vez participan 16 equipos nacionales. Sin embargo, en 1938, como consecuencia de la integración de Austria con la Alemania nazi, solamente participaron 15 selecciones. En 1950, se reintroduce el formato de grupos, pero en vez de 16 participantes, debido a la renuncia de varios equipos, el número de participantes es de 13 equipos. Los vencedores de grupo se clasificarían a una liguilla final, algo insólito en la historia del torneo, en donde saldría el campeón. En 1954, por primera vez en 20 años, participan 16 selecciones nacionales, divididas en cuatro grupos de cuatro cada uno. De cada grupo, solamente avanzarían los dos primeros a la siguiente fase. Esta estructura, con algunas modificaciones, se mantuvo intacta hasta el torneo de 1978. En 1982 participaron 24 equipos divididos en seis grupos, de donde los dos primeros clasificaban a una segunda fase de 12 equipos divididos en cuatro grupos de tres cada uno y el vencedor de cada grupo llegaría a las semifinales. En 1986, la estructura del mundial de 24 equipos se mantuvo, pero fue modificada para que los cuatro mejores terceros puestos avancen a los octavos de final. Recién en 1998, se introdujo la estructura actual de 32 equipos divididos en 8 grupos de cuatro, en donde solamente clasificaban los dos primeros a la siguiente fase.

Faltan nueve años para el 2026, pero la Federación Peruana de Fútbol está trabajando a largo plazo para la nueva generación de futbolistas peruanos. Ricardo Gareca ya introdujo a 11 jugadores menores de 25 años en las actuales eliminatorias. Nuestra selección ha ascendido en la clasificación mundial de la FIFA y hoy ocupa el 19º puesto. Pero el tiempo pasa y es hora de que se ponga énfasis en los jóvenes.

08 diciembre 2015

Venezuela requiere de una terapia de shock

En 1996, durante el gobierno de Rafael Caldera, se hizo el último ajuste al precio de la gasolina en Venezuela, que impactó en la inflación (fue más del 100% al terminar ese año). Durante el gobierno de Hugo Chávez y en lo que va del de su sucesor, Nicolás Maduro, el precio de la gasolina se mantuvo inamovible por casi 20 años. ¡Horror! En 1998, cuando fue elegido Hugo Chávez, el precio de la gasolina era el equivalente a cerca de 10 centavos de dólar. Hoy, si se usa el tipo de cambio oficial (al que solamente pueden acceder los allegados al gobierno de turno) su precio por litro sería de poco más de un centavo de dólar. Si usamos el tipo de cambio del mercado libre, el precio de la gasolina por litro sería de un diezmilésimo de dólar. ¡Qué absurdo! Durante el gobierno de Hugo Chávez, este presidente cumplió la absurda promesa de “regalar” la gasolina, cuando el dinero para mantener este asqueroso subsidio debería usarse para aumentar la productividad industrial, que permaneció estancada durante su mandato. Confiando en su éxito, Chávez reprimió a la oposición e incluso tomó la absurda idea de clausurar RCTV, un servicio nacional de televisión que se oponía virtualmente a todo tipo de clausura forzada. Durante el gobierno de Chávez, se impuso una política de control de precios que favoreció un mercado negro que potenció la inflación. Se impuso la censura a los que querían reportar como era la Venezuela de verdad, con sus crímenes, con su pobreza, para no molestar al régimen. Se expropiaron empresas ya privatizadas como CANTV con el propósito de hacerlas “estratégicas”. Esto ya es algo retrógrado, cuando en gran parte del mundo la mayoría de empresas estatales ya fueron privatizadas y ofrecen servicios diversos, no únicamente telefonía tradicional. En 2002, se alzó la primera voz contra el régimen: un intento de golpe de estado contra Chávez provocó una huelga general que fue duramente reprimida. El servicio estatal de televisión VTV censuró las imágenes de las protestas, mientras que los canales privados sí emitieron las protestas en vivo. En 2003, como consecuencia de la invasión de la OTAN a Irak, el precio del petróleo se dispararía hasta llegar a un tope en 2008. Esta alza constante favoreció a países exportadores de esa materia prima como Venezuela. Hugo Chávez usó el dinero de las exportaciones petroleras al exterior para realizar programas de apoyo social, cuando en realidad ese dinero debería ir al sector productivo. Así mismo, a partir de 2005, el precio de la gasolina y otros combustibles derivados del petróleo se vende a pérdida, pero el gobierno de Chávez decidió no modificarlo porque sus allegados pensaban que elevarlo traería más inflación. Y cuando en 2008 cayó el precio del petróleo para reponerse dos años después, la economía venezolana estaba hecha trizas. El régimen intentó censurar todo indicador económico que mencione la dura situación de desabastecimiento. Hubo acusaciones de fraude en las elecciones en las que ganó el partido del gobierno de turno, y estas acusaciones llegaron a un punto de inflexión durante las elecciones de 2013, en la que el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, fue elegido presidente por un apretado margen, siendo su rival opositor Enrique Capriles. Como consecuencia, la gente dejó de confiar en el país, y los de las clases medias altas huyeron de Venezuela por que ya no confiaban en el régimen de Maduro. Hubo casos de escasez de divisa extranjera (léase: dólares) para comprar las materias primas, y numerosas fabricas quebraron o despidieron personal. Incluso durante los años 2013 y 2014, hubo una escasez de papel periódico que motivo a muchos diarios a adoptar el tamaño tabloide. Al año siguiente caerían los precios del petróleo y otras materias primas, como consecuencia del aumento de la producción del gas de esquisto en los Estados Unidos. Este 2015 no pudo ser peor. La inflación venezolana ya era la más alta del mundo, según cálculos extraoficiales, esta ya superaba el 500%, mientras que el régimen censuró la inflación de numerosos productos. Este tipo de inflación que no es mostrada al público es la “inflación reprimida”, puesto que no se incluyen todos los productos y es apenas una fracción de todos los precios. El control de precios ha provocado distorsiones creando un mercado negro al que sólo se puede acceder con moneda fuerte. Ni siquiera el salario mínimo vital venezolano puede comprar una canasta de productos básicos de la cual se requieren nueve salarios para soportarla. Similar al caso venezolano de ahora era el de Chile en 1973, cuando la diferencia entre los precios dictados por el gobierno de turno y los precios del mercado libre era enormemente superior. Tras el suicidio de Allende y el golpe militar liderado por Augusto Pinochet se implanta inicialmente una política gradualista para liberar los precios. Sin embargo, la inflación no bajó al nivel deseado (en parte por la primera gran crisis del petróleo). Pero en 1975, Milton Friedman, horrorizado por los crímenes de Estado que se cometían contra los derechos humanos, recomendó a Pinochet adoptar una terapia radicalista de liberación de precios. Como consecuencia de la implantación de las medidas para liberalizar la economía, la inflación cayó por primera vez a niveles menores al 100% en 1977, para luego estabilizarse en cifras “aceptables” en 1979. Caso similar ocurrió en Bolivia en 1985, cuando el presidente saliente, Hernán Siles Suazo, había dejado al país al borde del abismo económico. Bolivia había realizado la transición de una serie de dictaduras inestables a una de regímenes democráticos, aunque no de manera fácil. En 1982, cuando Siles Suazo asume el poder, la economía boliviana se encontraba arruinada por los malos manejos heredados de los regímenes militares. La política de liberación de precios es inicialmente gradualista, sin embargo, debido a presiones del FMI, la moneda boliviana fue devaluada repetidas veces. Cuando asume el poder Víctor Paz, es nombrado ministro de Economía Gonzalo Sánchez de Lozada, un matemático que implanta una política de flotación de precios. El precio de la gasolina, que por entonces era de apenas 4 centavos de dólar por litro al tipo de cambio libre (pero de 66 centavos de dólar al tipo de cambio oficial), subió a un precio equivalente al de 30 centavos de dólar. En el Perú, durante el gobierno de Juan Velasco Alvarado se impuso una política de control de precios, lo que originó una sobrevaluación de la moneda nacional en el mercado formal, mientras que durante el gobierno de Francisco Morales Bermúdez se intentó sin éxito implantar una medida de flotación de precios en 1977 y se procedió a una política gradualista de flotación de precios, que continuó durante los gobiernos de Fernando Belaúnde Terry y Alan García Pérez. Sería este último presidente, en 1988, cuyo ministro de Economía, Abel Salinas anunciaría el 6 de septiembre de ese año, la primera flotación masiva de precios al consumidor. Esta medida económica tenía como metas cerrar la brecha cambiaria y fiscal mediante la devaluación del inti (cuya cotización en la banca formal paso de 125 a 250 intis por un dólar estadounidense), aumentar los ingresos fiscales y eliminar los subsidios. Sin embargo, debido a presiones del Partido Aprista, muchas de estas medidas fueron postergadas y se volvió a una flotación gradualista. Hasta que al llegar a la presidencia Alberto Fujimori, un matemático, Juan Carlos Hurtado Miller, decide implantar una política de flotación total de precios. En realidad, lo que posteriormente sería llamado como “Fujishock” se incubó durante los últimos meses del gobierno aprista. El estadista Hernando de Soto fue uno de los artífices del plan de liberación masiva de precios. Cuando asumió el poder Alberto Fujimori, el sector público peruano era uno de los más hinchados de América Latina. Por ejemplo, ENTEL Perú operaba a pérdida, lo que la hacía incompetente con las empresas privadas que introducían tecnología de punta. En muchos países se privatizaron empresas estratégicas como las de telecomunicaciones, pero otras privatizaciones fueron desastrosas. Por primera vez desde 1972, la inflación llegaría a niveles menores a 10% como resultado de las políticas de liberalización económica. Se redujeron los abultados impuestos a las importaciones, pero se aumentaron los impuestos al consumo como el IGV. Así mismo, se logró incrementar la productividad. Sin embargo, durante los últimos años, la economía peruana dejó de crecer aceleradamente debido a la caída de los precios de las materias primas. Pero el legado del “shock” aunque instantáneamente traumático, pudo conducir al Perú hacia la liberalización económica y su rápido crecimiento en la década siguiente. Ahora que la oposición ganó las elecciones parlamentarias, Venezuela debería implantar una medida económica de shock para revivir su alicaída economía y fortalecer sus ingresos fiscales. Con una medida como tal se pusieron fin a episodios clásicos de hiperinflación en Alemania, Polonia, Hungría, Austria y Serbia. Sin embargo, países que nunca aplicaron medidas de shock sino medidas gradualistas, como Zimbabue o Ecuador, tuvieron que recurrir al libre uso de moneda extranjera. Otros, como China, incentivaron la libre iniciativa privada. En Europa Central, los casos de Polonia, la ex Checoslovaquia y Hungría de liberar sus economías otrora socialistas son ampliamente estudiados por los académicos.