08 diciembre 2015

Venezuela requiere de una terapia de shock

En 1996, durante el gobierno de Rafael Caldera, se hizo el último ajuste al precio de la gasolina en Venezuela, que impactó en la inflación (fue más del 100% al terminar ese año). Durante el gobierno de Hugo Chávez y en lo que va del de su sucesor, Nicolás Maduro, el precio de la gasolina se mantuvo inamovible por casi 20 años. ¡Horror! En 1998, cuando fue elegido Hugo Chávez, el precio de la gasolina era el equivalente a cerca de 10 centavos de dólar. Hoy, si se usa el tipo de cambio oficial (al que solamente pueden acceder los allegados al gobierno de turno) su precio por litro sería de poco más de un centavo de dólar. Si usamos el tipo de cambio del mercado libre, el precio de la gasolina por litro sería de un diezmilésimo de dólar. ¡Qué absurdo! Durante el gobierno de Hugo Chávez, este presidente cumplió la absurda promesa de “regalar” la gasolina, cuando el dinero para mantener este asqueroso subsidio debería usarse para aumentar la productividad industrial, que permaneció estancada durante su mandato. Confiando en su éxito, Chávez reprimió a la oposición e incluso tomó la absurda idea de clausurar RCTV, un servicio nacional de televisión que se oponía virtualmente a todo tipo de clausura forzada. Durante el gobierno de Chávez, se impuso una política de control de precios que favoreció un mercado negro que potenció la inflación. Se impuso la censura a los que querían reportar como era la Venezuela de verdad, con sus crímenes, con su pobreza, para no molestar al régimen. Se expropiaron empresas ya privatizadas como CANTV con el propósito de hacerlas “estratégicas”. Esto ya es algo retrógrado, cuando en gran parte del mundo la mayoría de empresas estatales ya fueron privatizadas y ofrecen servicios diversos, no únicamente telefonía tradicional. En 2002, se alzó la primera voz contra el régimen: un intento de golpe de estado contra Chávez provocó una huelga general que fue duramente reprimida. El servicio estatal de televisión VTV censuró las imágenes de las protestas, mientras que los canales privados sí emitieron las protestas en vivo. En 2003, como consecuencia de la invasión de la OTAN a Irak, el precio del petróleo se dispararía hasta llegar a un tope en 2008. Esta alza constante favoreció a países exportadores de esa materia prima como Venezuela. Hugo Chávez usó el dinero de las exportaciones petroleras al exterior para realizar programas de apoyo social, cuando en realidad ese dinero debería ir al sector productivo. Así mismo, a partir de 2005, el precio de la gasolina y otros combustibles derivados del petróleo se vende a pérdida, pero el gobierno de Chávez decidió no modificarlo porque sus allegados pensaban que elevarlo traería más inflación. Y cuando en 2008 cayó el precio del petróleo para reponerse dos años después, la economía venezolana estaba hecha trizas. El régimen intentó censurar todo indicador económico que mencione la dura situación de desabastecimiento. Hubo acusaciones de fraude en las elecciones en las que ganó el partido del gobierno de turno, y estas acusaciones llegaron a un punto de inflexión durante las elecciones de 2013, en la que el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, fue elegido presidente por un apretado margen, siendo su rival opositor Enrique Capriles. Como consecuencia, la gente dejó de confiar en el país, y los de las clases medias altas huyeron de Venezuela por que ya no confiaban en el régimen de Maduro. Hubo casos de escasez de divisa extranjera (léase: dólares) para comprar las materias primas, y numerosas fabricas quebraron o despidieron personal. Incluso durante los años 2013 y 2014, hubo una escasez de papel periódico que motivo a muchos diarios a adoptar el tamaño tabloide. Al año siguiente caerían los precios del petróleo y otras materias primas, como consecuencia del aumento de la producción del gas de esquisto en los Estados Unidos. Este 2015 no pudo ser peor. La inflación venezolana ya era la más alta del mundo, según cálculos extraoficiales, esta ya superaba el 500%, mientras que el régimen censuró la inflación de numerosos productos. Este tipo de inflación que no es mostrada al público es la “inflación reprimida”, puesto que no se incluyen todos los productos y es apenas una fracción de todos los precios. El control de precios ha provocado distorsiones creando un mercado negro al que sólo se puede acceder con moneda fuerte. Ni siquiera el salario mínimo vital venezolano puede comprar una canasta de productos básicos de la cual se requieren nueve salarios para soportarla. Similar al caso venezolano de ahora era el de Chile en 1973, cuando la diferencia entre los precios dictados por el gobierno de turno y los precios del mercado libre era enormemente superior. Tras el suicidio de Allende y el golpe militar liderado por Augusto Pinochet se implanta inicialmente una política gradualista para liberar los precios. Sin embargo, la inflación no bajó al nivel deseado (en parte por la primera gran crisis del petróleo). Pero en 1975, Milton Friedman, horrorizado por los crímenes de Estado que se cometían contra los derechos humanos, recomendó a Pinochet adoptar una terapia radicalista de liberación de precios. Como consecuencia de la implantación de las medidas para liberalizar la economía, la inflación cayó por primera vez a niveles menores al 100% en 1977, para luego estabilizarse en cifras “aceptables” en 1979. Caso similar ocurrió en Bolivia en 1985, cuando el presidente saliente, Hernán Siles Suazo, había dejado al país al borde del abismo económico. Bolivia había realizado la transición de una serie de dictaduras inestables a una de regímenes democráticos, aunque no de manera fácil. En 1982, cuando Siles Suazo asume el poder, la economía boliviana se encontraba arruinada por los malos manejos heredados de los regímenes militares. La política de liberación de precios es inicialmente gradualista, sin embargo, debido a presiones del FMI, la moneda boliviana fue devaluada repetidas veces. Cuando asume el poder Víctor Paz, es nombrado ministro de Economía Gonzalo Sánchez de Lozada, un matemático que implanta una política de flotación de precios. El precio de la gasolina, que por entonces era de apenas 4 centavos de dólar por litro al tipo de cambio libre (pero de 66 centavos de dólar al tipo de cambio oficial), subió a un precio equivalente al de 30 centavos de dólar. En el Perú, durante el gobierno de Juan Velasco Alvarado se impuso una política de control de precios, lo que originó una sobrevaluación de la moneda nacional en el mercado formal, mientras que durante el gobierno de Francisco Morales Bermúdez se intentó sin éxito implantar una medida de flotación de precios en 1977 y se procedió a una política gradualista de flotación de precios, que continuó durante los gobiernos de Fernando Belaúnde Terry y Alan García Pérez. Sería este último presidente, en 1988, cuyo ministro de Economía, Abel Salinas anunciaría el 6 de septiembre de ese año, la primera flotación masiva de precios al consumidor. Esta medida económica tenía como metas cerrar la brecha cambiaria y fiscal mediante la devaluación del inti (cuya cotización en la banca formal paso de 125 a 250 intis por un dólar estadounidense), aumentar los ingresos fiscales y eliminar los subsidios. Sin embargo, debido a presiones del Partido Aprista, muchas de estas medidas fueron postergadas y se volvió a una flotación gradualista. Hasta que al llegar a la presidencia Alberto Fujimori, un matemático, Juan Carlos Hurtado Miller, decide implantar una política de flotación total de precios. En realidad, lo que posteriormente sería llamado como “Fujishock” se incubó durante los últimos meses del gobierno aprista. El estadista Hernando de Soto fue uno de los artífices del plan de liberación masiva de precios. Cuando asumió el poder Alberto Fujimori, el sector público peruano era uno de los más hinchados de América Latina. Por ejemplo, ENTEL Perú operaba a pérdida, lo que la hacía incompetente con las empresas privadas que introducían tecnología de punta. En muchos países se privatizaron empresas estratégicas como las de telecomunicaciones, pero otras privatizaciones fueron desastrosas. Por primera vez desde 1972, la inflación llegaría a niveles menores a 10% como resultado de las políticas de liberalización económica. Se redujeron los abultados impuestos a las importaciones, pero se aumentaron los impuestos al consumo como el IGV. Así mismo, se logró incrementar la productividad. Sin embargo, durante los últimos años, la economía peruana dejó de crecer aceleradamente debido a la caída de los precios de las materias primas. Pero el legado del “shock” aunque instantáneamente traumático, pudo conducir al Perú hacia la liberalización económica y su rápido crecimiento en la década siguiente. Ahora que la oposición ganó las elecciones parlamentarias, Venezuela debería implantar una medida económica de shock para revivir su alicaída economía y fortalecer sus ingresos fiscales. Con una medida como tal se pusieron fin a episodios clásicos de hiperinflación en Alemania, Polonia, Hungría, Austria y Serbia. Sin embargo, países que nunca aplicaron medidas de shock sino medidas gradualistas, como Zimbabue o Ecuador, tuvieron que recurrir al libre uso de moneda extranjera. Otros, como China, incentivaron la libre iniciativa privada. En Europa Central, los casos de Polonia, la ex Checoslovaquia y Hungría de liberar sus economías otrora socialistas son ampliamente estudiados por los académicos.

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