Desde que el hombre dejó de ser una especie vegetariana hace más de dos millones de años, el hombre no abandonó su apetito de buscar carne. Inicialmente, fue caníbal (se alimentaba de su propia carne) y después tuvo que buscar otros animales para alimentarse. Con la revolución agrícola, el hombre hizo lo que para el resto de la biosfera le tomaría miles de siglos: la transformación instantánea de su entorno. Para la transformación del suelo fértil para usos agrícolas se deforestaron numerosas hectáreas dejando sin hogar a miles de especies salvajes. Los niveles de dióxido de carbono saltaron de 240 a 280 partes por millón. Según William Ruddiman, el Antropoceno (la era geológica en la que el hombre ha jugado un papel importante) no comenzó en el siglo XIX sino hace 8.000 años. ¡Qué horror! Sin embargo, las bacterias, han logrado imponerse a cualquier intento de superpoblación con pestes, junto con los desastres naturales y el colapso inevitable de varias civilizaciones. ¿Será nuestra civilización víctima de un colapso similar al que vivieron civilizaciones antiguas? Babilonia, con sus valles fértiles, colapsó por ignorar la destrucción de los Valles Fértiles. Pero el medio natural no se dio por vencido y se repoblaron los bosques, en una cuestión de milenios. El filósofo griego Platón comparó la deforestación desenfrenada de la cubierta forestal del Ática con “un cuerpo enflaquecido por la enfermedad”. Más tarde, la civilización Maya colapsó espectacularmente por la sobreexplotación de su entorno. La civilización Wari colapsó debido a causas relacionadas con el cambio climático, superpoblación y epidemias. En 1798, Thomas Malthus publicó un ensayo en el que la producción de alimentos es superada por el crecimiento demográfico. Así que si el hambre entre los primeros humanos debido a las sequías trajo como consecuencia el canibalismo, este dio paso a la cacería y más tarde llegaría la agricultura y la ganadería. En los años de la Revolución Verde, que prometía erradicar el hambre del mundo, Rachel Carson publicó un libro llamado La primavera silenciosa, en el que el abuso del DDT tendría repercusiones sobre la agricultura. Tal analogía se puede explicar ahora en el abuso de antibióticos, cuyo uso normal ha logrado salvar vidas, sin embargo, su uso indebido ha creado resistencias para muchas bacterias de enfermedades que antes habían sido derrotadas con éxito como la malaria, la tuberculosis y el sarampión. Las vacunas, las pastillas y otros métodos de curación han creado una falsa sensación de seguridad en nuestra especie. Un año antes de que se publicara La tragedia de los comunes de Garrett Hardin, el aviador Charles Lindbergh advirtió que “cuanto más poderosa, más tecnificada y frágil llegue a ser nuestra civilización, mayor será la posibilidad de que una crisis nos devuelva a la barbarie”, tal como ya está ocurriendo en los países del Medio Oriente, en donde el caos disfrazado de orden ha dado origen a grupos extremistas como Boko Haram y el Estado Islámico. Y en los países cristianos, hay fanáticos que sueñan que algún día tomarán la Iglesia para causar una guerra santa.
08 diciembre 2015
¡Qué asco somos los seres humanos!
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario