09 julio 2025

Una reflexión sobre la condición humana: complejidad, arrogancia y colapso

 En el gran teatro de la historia evolutiva de la Tierra, una especie, los seres humanos, emergieron con un don singular: la capacidad de moldear el mundo a través del pensamiento, el lenguaje y la invención. El cerebro humano, tan único en su complejidad como el universo mismo, descubrió formas de manipular el medio ambiente, no solo para sobrevivir sino también para prosperar. Dio origen a la tecnología, la cultura y la palabra escrita, que en conjunto forjaron una vertiginosa complejidad de sistemas que abarcaron continentes y océanos, sociedades y economías.

A través de esta complejidad, los humanos fueron capaces de aprovechar los recursos del planeta con una intensidad incomparable con cualquier otra criatura. La energía, los materiales y la mano de obra se extraían y consumían a un ritmo cada vez más acelerado. Parecía como si no hubiera límites para el crecimiento, ni límites para lo que se podía lograr, ni fin para la promesa de progreso. La capacidad humana para innovar parecía ilimitada, y en esa inmensidad, el futuro parecía infinitamente abierto.

Pero la complejidad, como todas las cosas, tiene su costo. Los mismos sistemas que permitieron el crecimiento se convirtieron en fuerzas que se perpetuaban a sí mismas y que exigían más recursos, más energía, más mano de obra, hasta que, inevitablemente, los límites naturales de la Tierra ya no podían soportar el peso de todo ello. Los bucles de retroalimentación que una vez impulsaron el progreso —nuevas tecnologías, nuevas economías, nuevas fronteras— se volvieron contra las especies que los crearon. Lo que una vez fue un círculo virtuoso de avance se convirtió en un círculo vicioso de agotamiento. A medida que los recursos se agotaban, las intrincadas estructuras de la civilización comenzaron a ceder, sus frágiles cimientos se agrietaron bajo la presión de demandas insostenibles.

Este colapso no es solo una consecuencia de una escasez de materiales; es un colapso del pensamiento, de la visión, de la imaginación. La misma complejidad que hizo notables a las sociedades humanas se convirtió en una prisión de su propia creación, enredándolas en una red de dependencias que ya no les servían. El "mono de fuego superinteligente y de habla religiosa", tan orgulloso de su destreza cognitiva y sus percepciones espirituales, se vio deshecho por su propia arrogancia. El sueño de un crecimiento sin fin fue destrozado por la realidad de los límites finitos.

Pero quizás lo más trágico es que este colapso no terminó solo con la humanidad. A su paso, ecosistemas enteros, delicadas redes de vida que habían evolucionado durante milenios, fueron devastados. Las especies desaparecieron, los ecosistemas se desestabilizaron y el planeta, que alguna vez rebosó de vida en toda su diversidad, comenzó a parecerse a un cementerio de civilizaciones pasadas. El costo de la inteligencia, la creatividad y la ambición humanas no se medía solo en la caída de una sola especie, sino en el daño irreversible causado en los cimientos mismos de la vida.

En esta reflexión, nos queda reflexionar sobre una pregunta central: ¿es la inteligencia de la humanidad realmente un triunfo o un trágico defecto? ¿Somos el pináculo de la evolución o los autores de nuestra propia perdición? El fuego que encendimos, las herramientas que creamos y los idiomas que hablamos nacieron de nuestra brillantez, pero al final pueden consumirnos. Nuestra capacidad de complejidad, tan a menudo celebrada, puede ser lo que nos lleve a nuestra destrucción.

Si hay una lección que aprender de esta historia, es quizás esta: que la verdadera sabiduría no reside en el poder de crear complejidad, sino en la humildad para reconocer sus límites. Ese progreso no debe medirse por lo que tomamos del mundo, sino por lo que devolvemos. Y esa verdadera inteligencia, tal vez, no está en moldear el mundo a nuestra voluntad, sino en aprender a vivir dentro de sus limitaciones.

Porque al final, la Tierra permanecerá, pero el mono de fuego, no importa cuán brillante, no importa cuán poderoso sea, puede que un día no sea más que un recuerdo, una nota a pie de página en la historia de un planeta que una vez rebosó de vida.

31 mayo 2025

Las falacias del antropomorfismo

Las personas preocupadas por la pérdida de biodiversidad no necesitan estar excesivamente ansiosas, ya que es muy probable que la biodiversidad, en algún momento futuro, experimente un resurgimiento. Esto depende de la supervivencia de ciertas formas de vida a través del actual cuello de botella que estamos imponiendo. Además, si ninguna vida perdura, queda una ligera posibilidad de que la vida pueda surgir de nuevo antes de que la Tierra se vuelva inhabitable para la vida tal como la entendemos.


Esta preocupación por otras especies es encomiable, pero parece claramente vinculada a preferencias individuales y colectivas. Tom Murphy intenta ver nuestro estilo de vida desde la perspectiva de un tritón y de otras especies. Este punto de vista inevitablemente lleva a proyectar nuestros sentimientos en otras especies.


El viaje de entender el impacto del consumo insostenible en nosotros mismos y en otras especies revela una realidad preocupante. Destaca que los humanos actúan de las mismas maneras básicas que otras especies, y parece que nada puede alterar esta trayectoria. Mientras algunos pueden argumentar a favor del libre albedrío, los eventos actuales parecen completamente esperados en términos generales. Los problemas que enfrentamos no ofrecen soluciones deseables.


Murphy antropomorfiza al imaginar cómo se sentiría el tritón en varios contextos modernos. Sin embargo, este antropomorfismo puede superponerse con el antropocentrismo, ya que proyectar sentimientos humanos implica que solo las emociones humanas merecen discusión. Como se mencionó en respuesta a un comentario, no es irrazonable considerar que otras especies podrían tener sentimientos que nos resulten familiares, particularmente los mamíferos, dado sus lazos evolutivos con los humanos.


Al antropomorfizar, surgen suposiciones sobre lo que es "bueno" o "malo" para otra especie basadas en sentimientos humanos. Aunque parece razonable suponer que otras criaturas tienen definiciones similares de "bueno" y "malo", estos términos carecen de clasificaciones objetivas. Por ejemplo, no ser comido por un depredador es bueno; sin embargo, la falta de depredación llevaría a una falta de vida o biodiversidad, lo cual sería perjudicial. Así, estos resultados son subjetivos, y mientras los humanos perciben ciertas cosas como malas, otras especies pueden no compartir esa perspectiva.


Murphy también discute el animismo, sugiriendo que otras criaturas entienden cómo vivir en este planeta, en contraste con los humanos modernos. Él cree que los humanos alguna vez vivieron en armonía dentro de sus ecosistemas, similar a pequeñas tribus. Sin embargo, los humanos cazadores-recolectores contribuyeron a numerosas extinciones, lo que indica que nunca ha habido una era de esplendor de la humanidad. Las especies no saben cómo vivir en el planeta; simplemente existen en él. Con el tiempo, los ecosistemas alcanzan un estado estable a través de las interacciones entre especies.


El estado actual del mundo surgió a través de interacciones atómicas determinadas. Incluso con la posible aleatoriedad cuántica, la trayectoria no puede ser controlada por ninguna especie. Los ambientalistas buscan proteger la naturaleza del impacto humano, pero a menudo desean que la modernidad persista, lo cual es un factor importante en la destrucción ambiental. Hay una preferencia general por la comodidad y la mejora material de las vidas humanas, mientras que las consideraciones por el bienestar de la Tierra son menos priorizadas. En última instancia, la Tierra no se preocupa por su composición molecular; permanecerá sin cambios, independientemente de la presencia de vida.


Ver el mundo objetivamente presenta desafíos. Aunque el ensayo de Murphy resuena con una visión de reverencia por todas las criaturas y un reconocimiento de las limitaciones humanas, las realidades prácticas requieren un equilibrio con la modernidad. Muchos luchan con las consecuencias destructivas de las actividades humanas sobre la naturaleza y se preguntan qué cambios podrían ocurrir si hubiera una mayor conciencia sobre la naturaleza insostenible de la existencia moderna.

Adaptación y traducción del ensayo Anthropomorphism, etc. de Mike Roberts.

30 marzo 2025

Lo que está por venir

Recientemente, se advirtió sobre el creciente peligro de la violencia política en el Reino Unido. En este contexto, algunos consideraron la posibilidad de que el apagón ocurrido en el aeropuerto de Heathrow la semana pasada estuviera relacionado con un ataque terrorista. Pocas horas después de que el incendio fuera controlado, la unidad antiterrorista asumió la investigación, la cual normalmente habría sido responsabilidad de la autoridad de bomberos. Sin embargo, la experiencia indica que, en caso de un atentado, los grupos terroristas suelen atribuirse la autoría rápidamente y emitir amenazas de nuevos ataques si sus demandas no son atendidas. En este caso, no surgió ninguna organización que reclamara responsabilidad. A pesar de ello, algunos medios especularon sobre la posible intervención de actores extranjeros en el incidente.

Buena parte de las conjeturas sobre un posible atentado pueden haberse originado en el desconocimiento sobre los riesgos de incendio en subestaciones eléctricas. A simple vista, puede parecer que no hay suficiente combustible para mantener un incendio de gran magnitud y duración, lo que llevó a algunos a suponer que se había empleado un combustible externo. No obstante, en los días posteriores al incendio, se aclaró que las subestaciones eléctricas contienen grandes volúmenes de aceite refrigerante que pueden alimentar incendios prolongados. En este caso, se informó que la subestación albergaba aproximadamente 83.000 litros de este material.

La confirmación oficial de que no hubo elementos sospechosos en el incendio alivió la preocupación sobre posibles ataques a la infraestructura crítica. Sin embargo, esto llevó a una conclusión igualmente inquietante. La subestación North Hyde, donde ocurrió el incendio, cumple la función de reducir el voltaje de la red de transmisión principal de 400 kilovoltios (kV) a menos de 132 kV, antes de que otras subestaciones locales lo disminuyan hasta los 240 voltios (V) utilizados en hogares y empresas del Reino Unido. Este proceso genera una gran cantidad de calor residual, lo que explica la necesidad de grandes volúmenes de refrigerante. Al descartarse factores externos, la causa más probable del incendio fue una "falla de contención", es decir, una avería en el transformador que incendió el refrigerante y provocó un incendio descontrolado que tardó varias horas en ser extinguido.

Las fallas en transformadores son eventos relativamente frecuentes y sus causas están bien documentadas. Los picos de tensión, como los causados por rayos, son una de las principales razones de estos incidentes. Sin embargo, en este caso no se registró ninguna sobrecarga antes del incendio en North Hyde, lo que sugiere que la causa más probable fue una falla mecánica. Kathryn Porter, de Watt-Logic, señaló que la infraestructura eléctrica en el Reino Unido, al igual que en muchas otras naciones desarrolladas, es antigua y necesita modernización. Además, el crecimiento de la infraestructura para energía renovable está ocurriendo en áreas sin redes eléctricas preexistentes, lo que agrava la situación.

Según la Comisión Nacional de Infraestructura, la inversión en redes eléctricas no ha seguido el ritmo de la demanda. Se estima que más del 20% de la infraestructura crítica del Reino Unido opera más allá de su vida útil prevista. La Red Nacional de Electricidad informó en su Plan de Negocios RIIO-ET2 que logró extender la vida útil de los transformadores de transmisión de 60 a 65 años, mientras que los transformadores de distribución en el Reino Unido superan los 60 años de antigüedad, excediendo su período de diseño original.

En términos generales, la tendencia en la infraestructura británica durante las últimas décadas ha sido priorizar la rentabilidad sobre la resiliencia. Esto ha llevado a que las empresas operadoras de la red eléctrica den prioridad a la distribución de dividendos en lugar de realizar actualizaciones oportunas de los componentes esenciales del sistema. Algo similar parece haber sucedido en el aeropuerto de Heathrow. El proveedor de electricidad de la zona, Scottish and Southern Electricity, rechazó la afirmación del operador del aeropuerto de que la interrupción en North Hyde dejó sin suministro a Heathrow. En su lugar, aseguró que la energía fue redirigida casi de inmediato a través de dos subestaciones cercanas en East Bedfont y Longford.

Este hecho generó dudas sobre la inversión del aeropuerto en generación de respaldo, que habría proporcionado un margen de seguridad en los segundos en que se produjo la interrupción del suministro principal. Algunas especulaciones en línea sugieren que la capacidad de generación con diésel y gas en el aeropuerto se redujo por debajo del mínimo necesario para evitar el tipo de apagón que ocurrió. Además, el generador de biomasa de 10 megavatios (MW), irónicamente, no resultó útil, ya que depende de una fuente externa de electricidad para operar. Mientras tanto, las aerolíneas afectadas por cancelaciones y retrasos ya han contratado equipos legales para analizar posibles fallos en el mantenimiento o recortes en la inversión que pudieron haber dejado al aeropuerto vulnerable.

El problema de fondo es que esta situación no es un caso aislado, sino parte de una tendencia más amplia. La lógica económica dominante ha llevado a que muchas organizaciones prioricen los dividendos y los salarios directivos sobre el mantenimiento de la infraestructura. Este proceso afecta especialmente a componentes robustos del sistema, como los transformadores eléctricos, cuya vida útil se extiende por varias décadas. En contraste con componentes frágiles que deben reemplazarse con frecuencia, los elementos más duraderos pueden ser descuidados hasta que fallan.

Un ejemplo de esta problemática es la red de reactores nucleares del Reino Unido, la mayoría de los cuales alcanzará su límite seguro de operación (60 años) en los próximos tres años. Dado que la red eléctrica británica enfrenta dificultades para equilibrar la oferta y la demanda, es probable que se sigan estrategias similares a las de Bélgica y Francia, prolongando la vida útil de los reactores con la esperanza de evitar incidentes hasta que la nueva planta de Hinkley Point C entre en funcionamiento.

Las fallas en infraestructura pueden no ser tan dramáticas como un incendio en un aeropuerto, pero siguen acumulándose. La reciente crisis del concreto RAAC, que ha obligado al cierre de escuelas, hospitales y otros edificios públicos, es un reflejo del mismo problema. El concreto RAAC utilizado en las décadas de 1980 y 1990 tenía una vida útil corta, pero en muchos casos se dejó sin reemplazo hasta que comenzaron a aparecer fallas. Un fenómeno similar ocurre en la red vial británica, donde la falta de mantenimiento ha generado baches peligrosos que empeoran con reparaciones superficiales en lugar de la repavimentación necesaria.

El sistema de agua y alcantarillado también enfrenta serios problemas. Las empresas privatizadas han sido criticadas por utilizar préstamos para pagar salarios y dividendos en lugar de mejorar la infraestructura. Como resultado, la calidad del agua en ríos y playas, que era de las mejores del mundo en los años 90, se ha deteriorado significativamente debido a vertidos de aguas residuales. En algunos casos, incluso el suministro de agua potable se ha visto afectado.

A largo plazo, uno de los desafíos más grandes y menos discutidos es la vida útil de 50 años de las estructuras de concreto. Muchas construcciones realizadas en el Reino Unido en las décadas de 1960 y 1970 fueron de bajo costo y ahora enfrentan problemas de deterioro estructural debido a la corrosión del acero de refuerzo. En algunos casos, este daño es visible y puede corregirse, aunque a menudo las restricciones presupuestarias lo impiden. Sin embargo, en la mayoría de los casos, el deterioro es interno y solo se detecta cuando la estructura colapsa. Actualmente, no hay recursos suficientes para reemplazar los puentes, carreteras y edificios construidos en esa época que están en riesgo de colapso.

Si esta tendencia continúa, los ataques terroristas contra la infraestructura serán la menor preocupación. La facilidad con la que un incendio en un transformador paralizó el principal aeropuerto de las Islas Británicas es solo un presagio de lo que está por venir. Aunque la mayoría de los fallos serán pequeños y locales, con el tiempo sus costos aumentarán y afectarán aún más a la economía, haciendo que la restauración de la infraestructura sea cada vez más difícil.

Traducción del ensayo Expect More of This por Tim Watkins.

29 marzo 2025

La rama inevitablemente se romperá

Cuando Elon Musk tuiteó que una guerra civil en el Reino Unido era inevitable, fue ampliamente ridiculizado. La clase política aseguró que eso simplemente no podía ocurrir allí… El primer ministro Starmer, según informes, declaró que "no había justificación" para los comentarios de Musk y que su único enfoque era garantizar la seguridad de las comunidades. El problema, por supuesto, radica en la aparente incapacidad de la clase política para proteger a las comunidades mayoritariamente blancas – como lo evidencian los apuñalamientos en Southport, los atentados previos en el Manchester Arena y el continuo fracaso en abordar las bandas de abuso infantil –, lo que está generando la clase de división que ha resultado en guerras civiles en otras partes del mundo.

La dificultad de plantear la posibilidad de un conflicto civil en el Reino Unido radica en la interpretación del término "guerra civil". Así como la referencia inmediata al extremismo político suele ser el pintor austríaco fracasado, la referencia común para una guerra civil es el conflicto estadounidense de 1861-65 (que, además, fue posiblemente la primera guerra industrializada). Algunos en el Reino Unido – aquellos con conocimientos históricos más allá de la Segunda Guerra Mundial y los Tudor – podrían pensar en la Guerra Civil Inglesa de 1641-51 o, menos probablemente, en las prolongadas Guerras de las Rosas de 1455-87. Los entusiastas de la historia también podrían mencionar el conflicto entre los ejércitos de Esteban de Blois y Matilde de Boulogne entre 1135-54 (en una época en la que los británicos eran oprimidos por los franceses – un caso en el que, seguramente, podrían reclamarse reparaciones). En resumen, no solo podría ocurrir una guerra civil en Gran Bretaña, sino que ya ha ocurrido varias veces a lo largo de su sangriento pasado. No obstante, la imagen de una guerra civil como ejércitos rivales combatiendo en un conflicto convencional dentro de un mismo territorio parece altamente improbable en una economía desarrollada como la británica.

Sin embargo, existió un conflicto civil más reciente en el Reino Unido cuya repetición es más fácil de imaginar. Se trata de los llamados "disturbios" entre grupos paramilitares protestantes-lealistas y católicos-republicanos, que comenzaron en Irlanda del Norte y se extendieron por el Reino Unido… particularmente tras la masacre del "Domingo Sangriento", cuando fuerzas británicas de "mantenimiento de la paz" mataron a civiles el 30 de enero de 1972. En ningún momento de este conflicto – que dejó unas 3,600 víctimas, casi derrocó al gobierno de Thatcher y destrozó las ventanas de Downing Street – los ejércitos rivales se enfrentaron en un campo de batalla. En su lugar, la violencia consistió en una combinación de asesinatos selectivos, escaramuzas con el ejército y la policía británica, y, sobre todo, atentados indiscriminados contra civiles.

Bill Kissane, de la London School of Economics, señala:

Al afirmar que ‘una guerra civil es inevitable’ en Gran Bretaña, Elon Musk está agitando el avispero. Sin embargo, este magnate de las redes sociales no es el único que ha advertido sobre una guerra civil en las democracias occidentales. Periodistas, soldados y politólogos han hecho lo mismo. Sus intenciones son legítimas: no se les puede acusar de difundir desinformación para avivar las llamas de la violencia racial. Sus advertencias plantean interrogantes sobre la supuesta inmunidad de las democracias occidentales a las guerras civiles, un tipo de conflicto que ha ocurrido a lo largo de la historia humana...

Dado que una guerra civil sugiere un conflicto total, es difícil imaginar que la violencia callejera y la intimidación racial en Gran Bretaña escalen hasta convertirse en algo así. La violencia y la polarización no son condiciones suficientes para una guerra civil. También influyen variables como la fortaleza del Estado, la legitimidad política y la territorialidad.

Estos temas fueron abordados por David Betz, profesor de Guerra en el Mundo Moderno en el King's College de Londres, en un reciente pódcast y en un artículo para Military Strategy Magazine. Betz argumenta que en el Reino Unido de 2025 ya se cumplen la mayoría de los factores que preceden a una guerra civil. Entre ellos, destaca la disminución de la prosperidad y la pérdida de legitimidad del Estado, junto con un tipo de faccionalismo en el que una mayoría histórica se percibe como objeto de una discriminación deliberada:

En mi opinión, no hay razón para cuestionar la teoría predominante sobre las causas de las guerras civiles. La verdadera pregunta es si las condiciones que tradicionalmente han excluido a las naciones occidentales del análisis de los conflictos violentos a gran escala siguen siendo válidas.

La evidencia sugiere con contundencia que no lo son. De hecho, ya al final de la Guerra Fría, algunos percibían que la cultura que ‘ganó’ aquel conflicto comenzaba a fragmentarse y degenerar...

Según Betz, los disturbios tras la mala gestión del gobierno de Starmer en los apuñalamientos de Southport no es probable que escalen hacia una violencia urbana abierta, pero sí darán lugar a más ataques contra infraestructuras. Cita como un primer ejemplo la destrucción de cámaras ULEZ (ampliamente respaldada por la clase trabajadora blanca desplazada de Londres). También menciona la posibilidad de un nuevo bloqueo de camioneros y agricultores similar al de septiembre de 2000, que en 2025 podría ser aún más perjudicial debido al cierre de refinerías y puertos. Más alarmante es su advertencia de que la ubicación de la mayoría de las infraestructuras críticas del Reino Unido es de dominio público y que el Estado carece de recursos para protegerlas.

Para Betz, el problema político en el Reino Unido radica en su situación intermedia:

Los estudios sobre guerras civiles coinciden en dos puntos. Primero, no suelen ser un problema en Estados con ingresos per cápita altos. Segundo, los países con estabilidad gubernamental están en gran medida exentos de este fenómeno. Existen matices sobre la relevancia del tipo de régimen, aunque la mayoría concuerda en que tanto las democracias legítimas como las autocracias fuertes son estables. En las primeras, la gente no se rebela porque confía en el sistema político; en las segundas, no lo hace porque las autoridades identifican y reprimen a los disidentes antes de que puedan actuar.

En este contexto, el Reino Unido se encuentra en un terreno peligroso. Mientras que los boomers aún recuerdan la sociedad de alta confianza que emergió tras la Segunda Guerra Mundial, la Generación Z debe lidiar con una sociedad de baja confianza, donde pocos conocen a sus vecinos, el narcisismo domina la vida cotidiana y casi todo es aceptable en nombre del individualismo. El Estado, antes sostenido por una sociedad que se autorregulaba, ahora depende de una vigilancia y coerción estatal cada vez mayores, con un costo creciente en impuestos y servicios deteriorados.

Aún hay tiempo para que las élites cambien de rumbo... pero no tanto como podría pensarse.

Traducción del ensayo The Branch May Break de Tim Watkins.