Hoy día nacería el habitante número 7.000 millones de la especie humana en cualquier lugar del mundo, pero ¿podemos mantener un estilo de vida artificial, basado en el consumo superfluo y excesivo de recursos naturales que no respeta los ciclos vitales? Sin embargo, he aquí algunas cifras: durante la prehistoria hasta la revolución neolítica (hace más de 12.500 años), la población humana no sobrepasó del millón de habitantes. En definitiva, esto se debe a que los hombres solamente vivían de la caza, recolección y pesca, aunque no en gran escala como ahora. Cinco mil años antes del nacimiento de Cristo, la población humana ya era de 5 millones de individuos. En el comienzo de la era Cristiana, la población humana ya superó los 100 millones de individuos. Durante mucho tiempo, el crecimiento de la población humana fue muy lento, ya que el numero de nacimientos era inferior al de las muertes. Sin embargo, a fines del siglo XVIII, en Europa, la Revolución Industrial daría un impulso al crecimiento demográfico. En 1821, año de la independencia de mi país, la población mundial por primera vez superó el millardo de habitantes. Esto se debió a dos causas: el poder expansivo de los gases había trasladado grandes poblaciones humanas del campo a la ciudad, sobre todo en Europa, más específicamente en Inglaterra, donde tuvo origen el fenómeno de industrialización en gran masa. Sin embargo, la mayoría de la población se encontraba fuera de Europa; en China ya había problemas de superpoblación. A mediados del siglo pasado, la población humana superó los 2 millardos de habitantes. Diez años más tarde, la humanidad superó los 3 millardos de habitantes. Y en 1973, ya éramos 4 millardos de individuos. El 28 de septiembre de 1986, la población humana por primera vez alcanzó el entonces récord inédito, de cinco mil millones. El 18 de junio de 1999, la población humana llegó a los seis millardos (un millardo = 1.000 millones) de individuos. Hoy, con una población humana presionada por la escasez, la desesperación y la incertidumbre, siete millardos de individuos parece una exageración, pero es la cruda realidad. Nuestra especie, nulamente diversa biológicamente ha puesto a los demás seres vivos en riesgo, y hoy tenemos que tener en cuenta que el núcleo (o campo magnético) de la Tierra envejece, se desgasta por la rotación, el ciclo geológico, y otros factores, y podría ser incapaz de tolerar un cambio climático generado por la irresponsabilidad de nuestra especie. Nuestro planeta no es un pozo de recursos infinitos; los recursos pueden agotarse a una velocidad mayor de la que el núcleo puede recomponerlos. Sin embargo, no hay que preocuparse, otros países han sufrido descensos demográficos. Probablemente, quien lea algo de Historia, sabrá que la población europea cayó en números durante los siglos XIV y XV, debido a las pestes (la más conocida de todas, la “Peste Negra” acabó con más de la mitad de la población), las guerras y otras calamidades. Con la llegada de los europeos a América, la población autóctona cayó estrepitosamente debido a las epidemias traídas por los conquistadores. Incluso en Australia, donde el creciente flujo de población anglosajona extermino definitivamente a las tribus que vivían allí. Sin embargo, pese a los avances, gran parte de la población humana es analfabeta, no consume las 2.000 kilocalorías diarias recomendadas por la FAO, vive en una pobreza extrema por debajo de una organización social sobreexplotadora, despilfarradora, y vanidosa, que solamente vive del momento en vez de aprender del pasado. Como decía Lindbergh en la revista Life en diciembre de 1967, el hombre se ha convertido de una especie más al “animal más derrochador, destructivo y deficiente”. De acuerdo con Jim Lovelock en su libro La venganza de Gaia, “si fuéramos siete mil millones tendríamos que necesitar el equivalente de tres planetas Tierras idénticos y nuestro planeta solamente sirve para sostener a 500 millones”.
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